La aventura austríaca de Emma

Austria, mayo de 2015

Si el 27 de julio de 2012, cuando subí por primera vez a Emma al escenario, alguien me hubiera dicho que menos de tres años más tarde llevaríamos a cabo una gira por Austria, el país en el que tiene lugar la acción dramática, no lo hubiera creído. Pero así fue. Y del 4 al 7 de mayo de 2015 actuamos en Innsbruck, Salzburgo y Viena: cruzamos el país por el norte, de oeste a este, desde las montañas del Tirol hasta la capital, pasando por la cuna de Mozart. 

Cada función tuvo un formato distinto, también porque se realizaron en espacios muy dispares e incluso con elementos diferentes, ya que, para evitar tener que transportar la escenografía, se proporcionó una lista con lo necesario para la escenificación a fin de que estuviera a punto al llegar a cada ciudad. Este hecho dio lugar a la primera anécdota graciosa de la aventura, que fue que, en algún punto de las traducciones, se erró «baúl» por «ataúd», y empezamos a recibir consultas, ilustradas con fotografías, sobre las características de los ataúdes que habían podido encontrar, sobre el color de la madera, sobre si debía ser auténtico o podían construirlo de cartón o chapa… Tuvimos que apresurarnos a aclarar el malentendido, antes de que la escenografía matara la ambigüedad final de la puesta en escena...

La primera de las funciones tuvo lugar el 4 de mayo en el Freies Theater Innsbruck, una sala de la capital tirolesa, ideal para montajes de pequeño y mediano formato, en la que suelen programar espectáculos no convencionales o alternativos a las obras más comerciales y en la que Emma encajaba perfectamente, ya que pocos teatros allí –por no decir ninguno− programarían una pieza de teatro de texto en español.

Allí oí por primera vez su expresión para la buena fortuna escénica, «toi, toi, toi!», el equivalente a nuestro «¡mucha mierda!». Y, mientras esperaba entre bastidores a que se acomodara el público, compuesto por estudiantes y profesores de español, españoles que trabajaban en Innsbruck, e incluso austríacos que no conocían la lengua pero confiaban en la programación del teatro, yo estaba como Emma en aquel portal de su recuerdo, muerta de miedo, preguntándome si lograría transmitir a aquella gente que, contra todo pronóstico, llenaba la platea, el valor y la belleza del texto, el sentimiento de su protagonista, esa mujer que Aub dibuja de una manera tan española a pesar de su origen francés y su vida vienesa… Y cómo iban a acoger una obra en la que el autor es tan crítico con la sociedad austríaca de 1938, con su colaboracionismo, con su mirar hacia otro lado, con su rápida transformación justificada por "la diferencia de los tiempos"… 

Pero todas las preocupaciones fueron desapareciendo en cuanto Emma salió a escena. El público que tan atemorizada me tenía minutos antes ni siquiera respiraba, seguía la ficción con sumo interés, porque, al fin y al cabo, Emma es una persona en circunstancias adversas a la que han desprovisto de su vida, de su identidad, de sus seres queridos, de lo que conocía… y ante eso, ante la angustia, el dolor, la indignación, la añoranza, la desesperación, la rabia, la incomprensión, lo desconocido… cualquier ser humano empático reacciona.

Además, descubrí con asombro y gusto que aquel público manejaba un imaginario que el público español desconocía. No era necesario aclarar qué era el tan citado Anschluss: justo enfrente del teatro había un altísimo e imponente edificio de una arquitectura nazi inconfundible, construido en pleno 1938; conocían perfectamente quién era Schuschnigg, y se sonreían ante el discurso del canciller acerca de la libertad de Austria, desconcertando a Emma, bastante desacostumbrada a oír alguna risa fugaz, y menos en ese instante de la representación; sabían quién fue Von Rath y, desde luego, lo relacionaban con las represalias que dieron lugar a la Kristallnacht; en seguida enmarcaban ideológica y políticamente al gigante que pertenece al Frente de Trabajo en cuanto lo oían nombrar; y creo que la mayoría hubiera sabido situar aproximadamente en un mapa Dachau, al lado de Munich… En definitiva, entendían mucho mejor todas las alusiones histórico-políticas a la Austria ocupada de 1938, y eso les proporcionaba una comprensión más rica de la situación de Emma. Esto no sólo se dio en la primera ciudad, sino que fue denominador común en las tres funciones de la gira, como lo fue también la buena recepción de la obra y el sincero interés que despertó en el público.

En Salzburgo, el escenario con el que nos encontramos era un tanto difícil de adaptar. La función se llevó a cabo en un espacio de la biblioteca de la Universität Salzburg que tenía un inconveniente destacable para una representación teatral: estaba lleno de lámparas de pie, de metro y medio de alto, clavadas al suelo. Así que no hubo más remedio que actuar en medio de aquel bosque plástico e intentar incorporarlas en la acción, ya que cada cuatro pasos te topabas con una. Sin embargo, optamos por aprovechar la tenue luz que daban más la iluminación natural que entraba por una claraboya en el techo, de modo que fue oscureciéndose a medida que avanzaba la representación, que tuvo lugar el día 5 por la tarde, en el ocaso, y ese efecto le dio otra dimensión no explorada aún a la obra.

Y llegar a Viena supuso otro cambio. Viena es la ciudad en la que transcurre la acción, la ciudad desde donde Emma nos cuenta su historia, la ciudad en la que vive, donde su marido tenía su fábrica de artículos de celuloide, donde nació y se crio su hijo Samuel, donde ella ha presenciado tantas escenas inconcebibles meses antes,… su Viena, "nuestra Viena, Adolfo", como remarca en alguna ocasión. La función en la capital, el 7 de mayo, se llevó a cabo en la Sala de Actos del Instituto Cervantes. Esa representación tuvo algo de mágico. Que Emma pronunciara aquella acotación espacio-temporal explícita en el texto, «Y no estamos en Alemania, no, sino en Viena. En Viena y en 1938», sabiendo que esa vez estaba realmente en Viena, que había vuelto a casa, que el suelo que pisaba bajo sus helados pies era suelo vienés, fue algo que me puso la piel de gallina a mí, agazapada detrás del personaje. 

La experiencia fue, en su conjunto, tremendamente emocionante. Nunca hubiera soñado con llevar un montaje unipersonal de gira por Austria, y menos siendo el que es, es decir, pudiendo llevar a Emma a su país, un país en el que nunca había estado, ya que, hasta donde sé, De algún tiempo a esta parte no se había estrenado aún allí. Una vez más compruebo que, a menudo, no todo depende sólo de uno mismo, y que, además de trabajar duro, echarle ganas, tratar de hacer las cosas con el mayor talento, honestidad e ilusión posibles, hay que cruzar los dedos y dejarle espacio a la azarosa suerte, porque a veces se trata de estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno.


* Fragmentos del artículo "'En Viena y en 2015'. Max Aub ante el público austríaco. De algún tiempo a esta parte en Innsbruck, Salzburgo y Viena", publicado en El Correo de Euclides: anuario científico de la Fundación Max Aub, 10 (2015).


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