Las aventuras de Emma por Colombia

Colombia, mayo de 2018

Llegamos a Colombia menos de 24 horas antes del estreno de De algún tiempo a esta parte en el Auditorio Luis Carlos Galán de Bogotá, previsto para el jueves 24 de mayo. Los últimos días antes de subir al avión habían sido de infarto, solucionando imprevistos de última hora (como, por ejemplo, que faltaba más de la mitad de la escenografía o que no había sido aprobado aún el visado) que nos habían hecho preguntarnos quién demonios nos mandaba meternos en esos líos... Así que, para ser sincera, no las tenía todas conmigo sobre cómo iba a salir la aventura colombiana... 

Al estreno acudió muchísimo más público del esperado y, todos los problemas que se presentaron días antes habían terminado por solucionarse de manera milagrosa (como [casi] siempre sucede en el teatro...). El público estuvo metido en la pieza en todo momento y pareció salir satisfecho, aunque, como no había tenido oportunidad de cambiar impresiones con ninguno de los asistentes (a la opinión del equipo técnico y de los ayudantes a veces le hacemos menos caso, por si acaso nos la estuvieran dando por cortesía...), me inquietaba cómo era realmente la recepción del monólogo maxaubiano.

Me preguntaba si el tema del ascenso del nazismo y del holocausto judío les sonaría igual de familiar que al público europeo o mucho más lejano. Si situarían bien la guerra civil española. Si Emma les interpelaría del mismo modo que lo había hecho hasta entonces con el público precedente. Ahora me sonroja haberme hecho esas preguntas, porque parece que, a ratos, olvido que la obra de Max Aub es universal, atemporal, humana por encima de todo.

Pero las preguntas se respondieron al día siguiente, en la función del viernes 25 en el Teatro El Escondite de Manizales. Allí pude relacionarme mucho más con el público antes y después de la función y escuchar todo lo que tuvieran que decir sobre Emma. Y me impresinaron profundamente sus palabras. Daba igual el contexto histórico de la obra, a ellos les hablaba de sus muertos, de sus desaparecidos, de la violencia en sus calles, de su violencia, esa que habían vivido durante años y que justo parece que terminó... El colmo del asombro fue cuando me reconocieron que algunas de las situaciones de la obra se correspondían exactamente con su realidad, y lo demostraron compartiendo la noticia de que a unas mujeres les habían prohibido usar el ascensor de la casa a la que iban a limpiar, queja que la propia Emma verbaliza. Incluso hubo quien se preguntó si Aub era un dramaturgo colombiano contemporáneo, actual. Alguien que viviera en el pueblo de al lado.

Y la experiencia se repitió una semana después, en Casa Ilustre, un centro cultural en Bogotá donde, al terminar la función (en versión semimontado esta vez), el jueves 31, hicimos un coloquio con el público asistente, radicalmente distinto al tipo de público de Manizales, pero que habían respondido igual de bien y con el mismo interés. 


No menos rico fue el taller que tuve la oportunidad de impartir en la Universidad de los Andes sobre el teatro de Max Aub, en el que, además de darlo a conocer a los alumnos asistentes, montamos algunas escenas de su teatro breve y jugamos a cartas (las aubianas, por supuesto). Y también la conferencia sobre el exilio en la dramaturgia contemporánea, ofrecida en Punto Cadeneta Punto. Taller Metropolitano de Dramaturgia, en el teatro El Galponcito de Umbral. Un tema que cruza el teatro de las últimas décadas desde distintas perspectivas y distintos resultados y que generó un valioso diálogo entre los asistentes.

La experiencia colombiana de Emma, pues, no pudo haber sido más positiva. Pero somos conscientes de que fue gracias no sólo al público, sino también a la gente encantadora que nos acogió y nos guió durante esos días y que compartieron con nosotras esta aventura.


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